La Verdadera Cara de la Moneda
Estamos viviendo los tiempos, de los cuales mucho antes atrás escuchábamos como algo muy lejano. ¡Es realmente increíble, como la escala de sucesos han surgido en tan solo un año! Aunque quiero que sepas, que esto es solo el principio de muchos más. Pero, como testigos oculares de todos estos acontecimientos que quedarán marcados como parte de nuestra historia, las futuras generaciones lo leerán como evidencia de las maravillas de nuestro Señor. Mateo 28:4-14
Es por eso de la preeminente urgencia para aprovechar cada segundo en el único mensaje que nos puede ofrecer paz, en un tiempo de caos, esperanza, en un tiempo de incertidumbre, y valor en un tiempo de devaluación espiritual. Este es la continuación de otro mensaje “La Cara de la Moneda”, que el Señor puso en mi corazón. Con este escrito quiero enfocarme en la necesidad de reafirmar el valor de la existencia de Su Santo Espíritu en nuestras vidas. La importancia de llevar Su imagen perfecta, y la responsabilidad que se sobre lleva. Y aceptar que verdaderamente, no hay otra manera para sobrellevar cambio social, mental, emocional, físico o espiritual. Colosenses 3:10
Todo ser humano es reconciliado a su naturaleza divina, ¿y cuando esto empieza? ¿Te preguntarás a ti mismo? Bueno, esto empieza con un abrir de boca y confesar que ¡“Jesús es el Señor”! Quien fue enviado con una misión de redención para todo el mundo. Este es el amor perfecto del Padre, que no hace excepción de personas, e incluye a cada uno de nosotros. Una confesión de arrepentimiento y reconocimiento, la cual trae reconciliación a tu vida al instante. Desde ese momento, eres sellado por el Espíritu Santo. El valor de la vida del ser humano es restaurado, cuando te das cuenta el precio que la sangre de nuestro Señor Jesucristo pagó en la cruz del Calvario. Romanos 5:8, 5:12-21
Todo creyente tiene una gran misión, y todos somos llamados al ministerio de Cristo. No debemos de perder el tiempo en cosas insignificantes que no tienen ningún verdadero valor. En estos tiempos actuales, nos enfocamos tanto en rangos, posiciones, ministerios, crecimiento en números, preparación teológica, bueno la lista es demasiado larga. Con esto no quiero decir que todo esto sea malo, pero lo que sí sé, es que no es bueno, que la mayoría de nuestra energía está puesta en todas esas áreas. ¡Que, por esta razón, se nos olvida lo más importante de todo! ¿A quién estoy agradando, al hombre o a Dios? Gálatas 1:10, Efesios 4:17
La devaluación espiritual es estar vacío de la esencia primordial que es el Espíritu Santo. Muchos de nosotros los creyentes, hemos puesto nuestra imagen en “La Cara de la Moneda”. En realidad, es tanta la vanidad y egoísmo, que nos hemos proclamado un tributo personal, o con el mismo patrón, lo compartimos a otro partidario con la misma mentalidad pobre. “La Verdadera Cara de La Moneda” es reconocer, el propósito de Dios en nuestras vidas, y ofrecer tributo al Único que en verdad lo merece. Dar a Dios lo que es de Dios. Mateo 22:15-21, Marcos 12:14-17, Lucas 20:20-25
Pablo, el apóstol de los Gentiles, es uno de los ejemplos que las escrituras nos enseñan, que es posible la conversión total de un hombre. En su momento, Pablo, dotado con una preparación única, una posición social, un rango eclesiástico, reconoció que realmente el valor que él le había puesto a su vida, en realidad no era nada. Desde su encuentro con Jesús en su camino a Damasco, la vida de Pablo, cambió completamente, podemos leer en cada salutación de sus cartas haciendo mención de su llamado que fue no por el hombre. Hechos 9:1-19
Es imperativo no perder el tiempo en nuestra propia agenda personal. Tres cosas que no podemos retroceder desde el momento que se ejecuta, una flecha lanzada, una palabra dicha, y el tiempo. El tiempo para el creyente en estos días que hemos estado viviendo, es oro, y es para accionar. Primero, tenemos que reafirmar nuestra fe, y nuestra posición como siervo. Segundo, reconocer que detrás de toda nuestra actividad, el Espíritu Santo es la autoridad que gobierna toda nuestra dirección. Como creyentes nos debemos someter a nuestra autoridad, dejemos de llevarnos por nuestras emociones y razonamiento. Dar a Dios lo que es de Dios, y entregarnos a Él, cuerpo, alma, y espíritu. Efesios 1:13, 4:1-16, 1 Tesalonicenses 5:23